El hombre bicentenario (En inglés The Bicentennial Man) es un cuento de Ciencia ficción que fue escrito en 1976, con motivo de la celebración del segundo centenario de la independencia de Estados Unidos, Isaac Asimov recibió el encargo de escribir un cuento corto, del cual solo recibió el título "El hombre bicentenario" (The Bicentennial Man). Asimov fue uno de varios autores a los que se les encargó que escribieran una historia alrededor del lema "el hombre bicentenario", el cual podía ser interpretado por los autores a voluntad. Asimov pensó que un hombre no podría vivir tanto por lo que decidió que el relato se basaría en un robot que quería ser hombre.
Posteriormente se hizo un remake del cuento, una ampliación en forma de novela titulada The Positronic Man, de Isaac Asimov y Robert Silverberg.
En 1999, Chris Columbus dirigió una adaptación cinematográfica de la novela protagonizada por Robin Williams The Positronic Man.
ARGUMENTO: Andrew tenía mucha más apariencia de robot cuando acababa de ser manufacturado, en aquellos días en que los robots eran una rareza en las casas y en el planeta. Su número de serie era NDR., él no se acordaba de los números; no es que no pudiera, sino que no quería.
Le fue bien en el hogar al que lo llevaron. Había cuatro personas en la casa "el señor", "la señora", "la señorita", y "la niña"; él sabía los nombres de todos, pero no los usaba. El señor se llamaba Gerald Martin.
Todos le tenían un gran afecto al robot, tanto, que a veces le impedían realizar su trabajo en la casa para jugar con la niña y la señorita. La niña, que era muy pequeña y no podía pronunciar las letras, fue la primera en llamarlo Andrew, y los demás hicieron lo mismo.
En su cumpleaños, a la señorita le regalaron un hermoso pendiente, la niña sintió celos porque lo único que tenía era un trozo de madera, así que se lo dio a Andrew junto con un cuchillo de cocina y le ordenó que le hiciera algo, Andrew talló rápidamente e hizo una fabulosa representación geométrica, la niña se lo llevó a su padre, quien al verlo se sorprendió mucho de la obra de arte de Andrew.
Andrew dejó de servir la mesa, pues lo pusieron a leer libros sobre diseño de muebles, y aprendió a fabricar gabinetes y escritorios. Pasó el tiempo, la señorita ya salía con muchachos y la niña ya no era tan niña, y fue ella la primera que se opuso en la costumbre de su padre en regalar los productos de Andrew. El padre aceptó cobrar por ellos, y se ocupó de que la mitad del dinero estuviera en una cuenta a nombre de Andrew Martin. Además consultó con su abogado, John Feingold, para ver si eso era legal, y éste le dijo que crearan un fondo fiduciario para manejar las finanzas del robot.
Con el tiempo surgieron nuevos robots, y Gerald se ocupó de que Andrew contara con cada dispositivo que surgía, al grado de que se convirtió en un dechado de excelencia metálica. |